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Terminó el verano, recogido el grano…nos falta la paja.

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El Muro Alto hoy lleno de nuevas construcciones, mantuvo hasta los años setenta estos pajares y muchos bancos de piedra.

Aún quedan en nuestros pueblos, algunas ventanas de viejos pajares por donde se metía la paja que habían de consumir las caballerías durante el año.

En la mayoría de las casas de los labradores estaba sobre las cuadras de sus mulos y caballos,  el pajar. La mayoría, entraban a la vivienda por la calle principal y las mulas y el carro o galera, por la calle de atrás, paralela a la principal. Así, por ejemplo, la mayoría de los vecinos de “Barrio Güesca”, hoy Ramón y Cajal que tenían sus corrales entrando por el Muro, tenían sus pajares en esa misma calle, donde hoy no queda ninguno, sino flamantes edificios llenos de pisos.

Hasta hace pocos años, unas ventanas que tuvieron esa actividad, presumían de haber cumplido tan bella función, manteniendo  sus carruchas o enganches en un palo saliente en la parte superior de las ventana, y al verlas en una fotografía aparecida en un Facebook, las quiero recordar en mi blog.

C_EstacionCalle Estación. Ejea.

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Calle Tarazona. Ejea.

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También fue un pajar.  Calle Tarazona

La paja llegaba cargada en un carro o galera con altos suplementos, que había que ir  pasando, una tras otra, a grandes sábanas de arpillera, que una vez atadas, se subían con una larga cuerda de pita, (hilo sisal) a través de una carrucha y el tiro lento y pausado de una mula, hasta la ventana del pajar.   Allí la esperaban dos forzudos mocetones que se encargaban de vaciar la sábana y apretar la paja en el pajar. Abajo, a pie de cuadra, había un pequeño espacio denominado “pajera” donde guardar la paja para unos días.

Aquello no se consideraba un trabajo; habían sido tan duros y sofocantes los días de siega, acarreos y trilla de las mieses, el transporte del grano en sacos de más de setenta kilos cargándolos sobre los hombros, que algunos agricultores consideraban, que -entrar la paja es medio fiesta-.

Para poder recordar este trabajo, solo quedan en nuestra villa de Ejea de los Caballeros  cuatro o cinco ventanas de viejos pajares, que tienen olvidado su funcionamiento; quizás en otros pueblos de nuestra comarca existan algunas más, aunque lo que predominaban en ellos y en Ejea también se hacían,  eran los burguiles de diferentes tamaños, que se realizaban amontonando y pisando bien la paja  en las mismas eras, hasta una altura de tres y más metros y se forraban con barro las partes superiores de los mismos.

Aquellas imágenes de pajares y burguiles  no son facilmente olvidar, para quien colaboró en aquellas funciones hasta los años cincuenta del pasado siglo. ¡Suerte de haber sido agricultor!

Pajares-copiaUna simple versión de cómo se realizaba el trabajo

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